En un sentimiento indescriptible,
en un partido duro, áspero e infernal, la Selección Mexicana fue
inexplicablemente derrotada. Esto nos enseña que un partido no muere hasta el pitido final. México
luchó contra todo, contra el mal arbitraje, contra los clavados obscenos,
contra los malos recuerdos y se negaba a morir. Hoy ha sido como el ave que
resucita. Pese a todo esto la victoria sigue ahí, esperándolo y seguirá ahí
mientras se entregue el alma y el cuerpo como lo ha ofrecido la Selección Mexicana
en este mundial.
No me queda más que decir: ¡FELICIDADES
MÉXICO! Gracias por demostrar que el trabajo duro, la constancia y la cabeza
fría son ahora la descripción perfecta de tu estilo de juego y que todo es
posible en el futbol. Gracias por morir en la cancha.
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