Esas luces en el cielo, son destellos apacibles.
Son de tus manos, nacidos latidos de un corazón muerto.
Un corazón que vuelve a latir.
A pesar de todo, a prueba de muerte.
Será el recuerdo de tu risa, de tu esperanza.
Una tibieza que ya no me pertenece.
No encuentres quién te escuche, no lo habrá.
De todo el ruido que te aturde, el mío te dormirá
Y sonreirás para el siguiente día.
El pan caliente en el cómodo frío probarás.
Y los juegos de tus niñas renacerán,
cuando alcé mis manos para atrapar sus almitas.
Es hoy como ceniza en lugar de nieve,
pero mañana mi sonrisa estará cuidando tu vientre.
Al igual que nadie, que nadie te dio amor.
Del río en mi pecho, del río de ayer.
Estoy siempre receptivo y mi alma también
de lo que el espejo me depare y me cuente otra vez.